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Mostrando entradas de febrero, 2012

Entreabriendo puertas y cruzando puentes

Hoy me ha parecido ver las orejas del rechazo, he dado un salto hacia atrás y he corrido para esconderme y cerrar mi puerta con llave. El conocido olor del miedo ha llenado la habitación y no sabía bien dónde estaba más insegura si dentro o fuera.  Sobre la pared se han ido proyectando sombras del pasado, fantasmas con voz de hombre repetían: "Así no te quiero". Asustada he corrido hacia la ventana en busca de luz, pero las cortinas se empeñaban en envolverme para llevarse el recuerdo de las caricias. Desnuda de amor y hecha un ovillo he llorado pidiéndole al pánico que se fuera. Una luz del pasillo se ha colado por debajo de la puerta y me ha dado el valor suficiente para levantarme y girar el pomo. Respirando la rutina del miércoles he cruzado el puente de la distancia.  Creo que me voy a quedar un tiempo en esta orilla tratando de discernir lo que realmente sucede al otro lado. Será lo más seguro.

Arizona Capitulo II

Una lasaña vegetal y un par de cafés con leche en polvo más tarde aterrizamos en los -6 grados nevados de Chicago. Cómo no, la mitad del pasaje no puede esperar a que abran la puerta del avión para encender sus teléfonos móviles (es que tod@s son gente muy importante que deben resolver problemas de estado). Control de pasaporte. Sonrío al agente para indicarle que no tengo intención de matar a su presidente, tampoco llevo antrax en las bragas ni porto ninguna insignia comunista en el sostén. Te pide que pongas primero un pulgar, luego el otro, luego el índice, (¡venga hombre! ¡Saca el "Enredos" y así jugamos todos!) una muestra de saliva para los de CSI (¿hay versión Chicago?) y por fin el sellito de entrada. Ah! no, espera que vuelve a mirarlo y me dice ¿qué va a hacer una española en Arizona? Y el lado macarra de mi mente  piensa: traficar con tortillas de patata; Pero la rubia "Yin" pone cara de buena y dice emocionada: visitar a una buena amiga. La caída de

Arizona Capítulo I

Entro en el avión. Compruebo mi espacio y sonrío; Nadie ocupa el asiento de al lado. Acoplo la mochila entre los pies, cambio botas por calcetines gordos de huellitas y me estiro todo lo permitido en clase turista. Organizo mis gadgets: almohada, manta, libro, gafas, cuaderno, boli, agua y chuches. Al otro lado un hombre sonríe al ver mi meticuloso despliegue logístico. El pájaro de acero despega y ante la falta de corrientes, pronto se estabiliza.  Flotamos entre las nubes a no sé cuantos pies de altura y una vez más me imagino un montón de pies en vertical escalando por el cielo. Tomo aire y llega a mis pulmones la sensación de libertad. La adrenalina empieza a brotar, estoy alerta, preparada para explorar. Sonrío a lo grande pensando en la aventura que comienza, en los secretos por destapar, tesoros por descubrir...y me lleno la boca de kikos y cacahuetes saboreando algo parecido a una victoria. Esto no ha hecho más que empezar...